Caminare sin dudar. Luchare hasta el final. Y viviré, yo sé que al final sonreire.

jueves, 30 de diciembre de 2010

De vuelva a un lugar olvidado

Bien gente, sé que había dicho que había vuelto y blablabla...
La verdad es que al crecer las responsabilidades crecen también
de seguro ya eh de estar mega oxidada,,, pero no importa, tengo una idea
Será algo así como un mini cuento. Trataré de hacerlo lo más corto posible con eso de que mi constancia no es la mejor.
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Prólogo:
Leo, un chico que desde su nacimiento había vivido en una casita en las afueras de una ciudad de nombre ya olvidado, era un lugar recidencial, un "suburbano" como muchos lo conocerían.
A la edad de 5 sus padres sufrirían lo que llaman "perdida del amor", terminando todo en una separación.
Su padre que provenía de una familia adinerada, y con varias influencias y palancas logró obtener la custodia de Leo. No quería saber nada de su antiguo amor, se mudó al corazón de la ciudad, y Leo vivió en una realidad muy distinta.
Con el tiempo su padre se volvió un bebedor, y pocas eran las noches que se le veía sobrio.
Leo pasaba por sus 16 años de edad, ya no era un niño, pero la ley decía que aun no podía ser autosuficiente y mucho menos considerado como adulto.
Finalmente quedo a custodia de su madre, a la que solo veía pocas veces al año.
Ahora tendría que regresar a aquella casa olvidada, aquella casa que no había visto en diez años.
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Capitulo 1: Hola mamá.
Cada segundo las calles se hacen mas des habitadas, los llanos más frecuentes y verde es casi lo único que veo además de casitas a lo lejos. Ahí voy yo, a una de esas diminutas casitas.
Papá se convierte en bebedor y yo pago las consecuencias, mi vida se va por la borda y nadie se acordará de ella.
El negro del asfalto es lo único que me recuerda de donde vengo: luces brillantes, música extrabagante, multitudes, espectáculos, civilizacion.
De cualquier forma algún día me iré de aquí.
Llegué a una parada de autobús, donde mi madre ya me esperaba. Esa mujer tan demacrada, con los ojos inchados de tanto llorar, las arrugas que mostraban su edad y esos vestidos que según ella jamás pasaban de moda.
Hace un año que no la veía, con el alcohol el carácter de mi padre se hacía más y más duro.
Bajé del autobús y sus brazos me atraparon con fuerza, y llegue a sentir las lágrimas que recorrían sus pálidas mejillas.
-¡Hace un año o más que no te veo!- me repitió pero cada vez mas quedo- estas...- y paro para admirarme mientras me separaba de su cuerpo- ¡simplemente ya eres un hombre!- y me volvió a abrazar con fuerza- pero para mí siempre serás mi hombresito- la voz se le iba y susurros era lo único que tenía.
Las combersaciones con mi madre eran frías, normalmente era ella la que hablaba, y es que no sabía que decirle, que pocos son mis recuerdos, vagos e imprecisos, cuando yo aun cabía completamente en sus brazos, simplemente todo se perdió.
Se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y partimos a lo que ella llamaba Hogar.
Una casita un tanto destartalada y antigua, que no fue pintada desde que tengo memoria, con un gran jardín, un tanto descuidado con hierbajos y el pasto ya crecido; mi cuarto, en el segundo piso.
Tal y como lo recuerdo, con el mismo papel tapiz azul ultramarino con cohetes, una camita individual y dibujos pegados por todos lados, absolutamente nada había cambiado, ni siquiera la caja de juguetes olvidados que deje a mi partida.
Lo único que me traía a la mente esta imagen era a mi madre llorando al pie de la cama, extrañandonos.
Ella siempre se negó a recrear su vida después de nosotros.